En las últimas décadas la egiptología ha comenzado a
prestar un mayor interés a la conexión existente entre el cielo visible de los
egipcios, sus creencias más ancestrales y la forma en la que ciertos monumentos
de las primeras dinastías, incluyendo las grandes pirámides, están dispuestos
sobre el territorio.
Buena culpa de ello la ha tenido la “Teoría de la Correlación de Orión”,
desarrollada por el ingeniero Robert Bauval y popularizada en un libro
imprescindible escrito junto a Adrian Gilbert, El Misterio de Orión.
Aunque se muestran respetuosos hacia las opiniones contrarias, ambos autores
coinciden, en afirmar que la lectura profética de la Gran Pirámide carece de
valor e interés alguno, definiéndola como una fantasía del siglo XIX.
Con todo, Gilbert admite que el concepto “profecía” se podría utilizar
para definir a la Gran Pirámide, en la medida en la que “era un intento de los
antiguos egipcios de grabar en piedra sus más elevadas creencias religiosas”.
Tanto en la estructura, en los Textos de las Pirámides, como en otras fuentes
adicionales, estaría codificado el mito de la llegada “desde las estrellas del
cinturón de Orión de Osiris e Isis, y de cómo regresaron allí después de la
muerte”
En un libro posterior, Signs in the Sky. El regreso de Jesús de Nazaret,
Adrian Gilbert se aventura en una interpretación simbólica y entrelazada de los
textos y profecías bíblicas, con el material religioso del Egipto antiguo y la
historia hebrea en tierra de los faraones.
Desde este punto de vista, la posición de las estrellas de Orión y otros
astros con respecto a la Gran Pirámide señalarían, expresada en fenómenos arqueo
astronómicos, la apertura de una Puerta de Plata que da entrada al inframundo el
21 de junio del año 2000, dando comienzo a doce años de tribulaciones que
terminarían en 2012 con el regreso de Osiris-Jesús.
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