Pocos astros han despertado la imaginación, la curiosidad e incluso el miedo como
nuestro Sol.
Este gigante ha sido fuente de conocimiento; pensadores y científicos de todo el mundo han centrado su atención en él para comprender los fenómenos naturales que lo gobiernan, y gracias a eso conocemos un poco más sobre el universo.
Sabemos que es una estrella, una de tantas, una entre las 100,000 millones de ellas
que alberga nuestra galaxia, la Vía Láctea.
También sabemos que, al igual que los seres vivos, esta estrella nació, creció, se desarrolla y algún día sin remedio, morirá.
Es la fuente de vida en nuestro planeta, sin embargo, dentro de algunos miles de millones de años será también la causa de su destrucción.
La muerte del Sol es inevitable, y cada segundo que pasa su fin se acerca un poco más.
Nació hace 4,700 millones de años, por lo que los investigadores calculan que en efecto, es una estrella en edad adulta.
Se cree que le podrían quedar entre 5,000 y 6,000 millones de años más de vida, tal como lo conocemos, pero aun cuando pase por cambios evidentes e importantes, no morirá en ese momento.
En su núcleo ocurre una reacción nuclear controlada en la que se fusionan continuamente los núcleos de hidrógeno en núcleos de helio, a temperaturas que se han calculado podrían alcanzar los 15 millones de grados centígrados y con una presión 250,000 millones de veces superior a la de la superficie de la Tierra.
Desde su formación, el núcleo del Sol se ha ido calentando lentamente y continúa haciéndolo a medida que el helio se acumula y comprime.
Al calentarse se ha vuelto más luminoso. Dentro de 2,400 millones de años será 40% más brillante que hoy en día.
Este será el momento en el que la vida terrestre desaparecerá.
Al ser más brillante, la temperatura del globo terráqueo se incrementará tanto que se evaporarán todos los océanos y la superficie del planeta estará tan seca como un desierto.
La vida se extinguirá y la Tierra dejará de ser un planeta azul para convertirse en un gemelo de Venus, desértico y ardiente.
Sin embargo, la vida del Sol continuará su ritmo por mucho tiempo más hasta que dentro de 6,300 millones de años, ya no disponga de más hidrógeno en su núcleo para continuar la fusión.
Entonces se transformará en una estrella subgigante de color anaranjado y cuyo diámetro aumentará, de acuerdo con los cálculos hasta ahora determinados, en 50%.
Se predice que su brillo también se incrementará hasta duplicarse.
Más tarde se volverá una gigante roja de entre 100 y 150 veces su tamaño, y su luminosidad aumentará hasta 2,400 veces la de ahora. Y en los siguientes 600 millones de años, el brillo del Sol inundará muchos rincones de la Vía Láctea.
Seiscientos millones de años después, se convertirá en una enana blanca hasta que, cumplidos 12,500 millones de años, por fin se consuma como una roca de carbono oscura, solitaria e invisible.
La gran cantidad de calor que hay en el núcleo del Sol lo obliga a expandirse, pero su propia masa se lo impide; como ese calor tiene que propagarse, se irradia hacia las capas externas del Sol y emerge, 30,000 o 100,000 años después, como la luz solar y otras partículas que llegan a la Tierra.
También se producen partículas llamadas neutrinos que tardan solo ocho minutos en llegar desde el núcleo del Sol a nuestro planeta.
El astro rey gira sobre su propio eje y tarda 27 días en hacerlo de forma completa.
Su giro no es como el de un cuerpo sólido, sino como el de una esfera de gas cuyos movimientos no son uniformes, por ejemplo, la rotación cerca de los polos no es igual y es más lenta que en el ecuador, en el primer caso tarda 32 días y en el segundo 25.
A esto se le llama rotación diferencial.
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