El aire que respiramos es más pesado de lo que parece a simple vista, como demuestra, el proceso de llenado de una botella de aire comprimido para practicar el deporte del submarinismo.
El compresor neumático bombea al interior de la botella de acero de 15 litros de capacidad a presión atmosférica, un total de 3,000 litros de aire, es decir, tres
metros cúbicos.
La presión del gas alcanza 200 atmósferas o, que es lo mismo, unas 200 veces la presión atmosférica normal a nivel del mar.
Colocando la botella, llena sobre una balanza, se puede comprobar que ha incrementado su peso en unos cuatro kilos.
De ello se deduce que en condiciones normales, puesto que es preciso recordar que el aire caliente pesa menos que el frío y el húmedo más que el seco, y a una altura
equivalente a la del nivel del mar (a alturas crecientes el aire pesa cada vez menos) el
gas que respiramos pesa 1,3 kilos por metro cúbico o, lo que es lo mismo, 1,3 gramos por litro (el peso exacto es de 1,2928 gramos por decímetro cúbico).
Si contamos todas las moléculas de la capa atmosférica que rodea la Tierra, obtendremos un valor de 5,000 billones de toneladas.
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