¿Vida extraterrestre facil de encontrar? / Grandes enigmas y misterios del mundo

sábado, enero 02, 2010

¿Vida extraterrestre facil de encontrar?

¿Vida extraterrestre?

La búsqueda de vida extraterrestre se ha convertido hoy día en un tema de
investigación central de proyectos internacionales (NASA-TPF, 2009; SETI, 2008; ESADarwin,
2009). ¿Qué se busca en concreto? Vida en la forma que conocemos, esto es,
agrupaciones de moléculas complejas basadas en la química del carbono, que utilizan
agua líquida como medio de dispersión. ¿Dónde buscarla? En principio en nuestro
sistema solar. Descartados Mercurio y Venus por sus elevadas temperaturas, y los
planetas gaseosos, nos quedan Marte y algunas lunas de Júpiter (Europa) y Saturno
(Titán), que podrían tener agua líquida bajo su superficie helada. ¿Y entonces? Los
progresos de la astronomía han propiciado estos últimos tiempos el descubrimiento de
planetas alrededor de otras estrellas: son los exoplanetas. Con ellos la esperanza de
encontrar vida extraterrestre ha recobrado nuevas fuerzas.

Aunque hablamos de vida en términos generales, para ser más precisos habría que
distinguir entre vida elemental, vida compleja y vida inteligente. La evolución que
conocemos ha seguido este vector, no en progresión lineal sino a saltos.

Particularmente, el paso de vida elemental a vida compleja es muy difícil. Por este
motivo la primera posiblemente pueda ser más común en el universo que la segunda,
pero esta última ciertamente es más vulnerable a los factores de extinción.

Sea de un modo u otro, la vida necesita mucho tiempo para surgir y, sobre todo, para
evolucionar. Así, la Tierra se formó hace 4,5·109 años y la vida no apareció en ella
hasta hace 3,5·109 años. Pero durante casi 3·109 permaneció confinada en el agua de
los océanos bajo la simple forma de bacterias, antes de diversificarse y explotar
literalmente en el Precámbrico, hace unos 700 millones de años.

El descubrimiento de exoplanetas

Desde épocas pasadas los astrónomos, siguiendo el principio copernicano, estaban
convencidos de que había planetas alrededor de todas las estrellas. Pero hasta hace
20 años la búsqueda había sido en vano.

El primer exoplaneta fue encontrado en 1995 por Mayor y Queloz alrededor de la
estrella 51 Peg, un clon casi perfecto del Sol (Wikipedia, 2009b). El planeta, 51 Peg b,
era sorprendente: un gigante gaseoso que giraba en una órbita ultracorta alrededor
de su estrella (periodo orbital: ¡4 días!).

A partir de entonces los descubrimientos de exoplanetas se han sucedido sin pausa
(Schneider, 2009). Las técnicas de detección empleadas suelen ser indirectas, basadas
en las perturbaciones que provocan sobre su estrella. En enero de 2009 se contaban
ya casi 350 exoplanetas. Entre ellos muchos gigantes gaseosos, pero también algún
planeta tipo terrestre, como el recientemente aparecido 581 Gliese c (Campbell,
2007).


Nuestro sistema solar, una formación atípica

El descubrimiento de exoplanetas ha permitido comenzar el estudio de sistemas
planetarios de diferentes estrellas. Hasta el momento se conocen unos veinte sistemas
con más de un planeta y los datos iniciales revelan que ninguno se parece al nuestro.
En ellos es común encontrar planetas siguiendo órbitas marcadamente elípticas (en el
sistema solar todas son casi circulares) y gigantes gaseosos a distancias
increiblemente pequeñas de su estrella .

A medida que se suceden los descubrimientos se impone una evidencia: son las
distribuciones planetarias inesperadas las que siguen la regla, mientras que la
representada por nuestro sistema solar parece la excepción (Brunier, 2009). El
principio copernicano nos ha fallado en este caso.

Recientes investigaciones confirman lo dicho. Así, Thommes, Matsumura y Rasio
(2008) han modelizado por ordenador la formación y evolución de unos 250 sistemas
planetarios a partir de una nube de gas y polvo en rotación alrededor de una estrella
naciente. Los resultados corroboran que los sistemas parecidos al nuestro son
verdaderamente inusuales.


La hipótesis de “Tierra rara”

En el año 2000 se publica un libro de gran impacto, Rare Earth (Ward y Brownlee,
2000). Para sus autores, científicos de prestigio, la existencia de vida avanzada en la
Tierra es el resultado de una serie de circunstancias tan improbables que nuestro
planeta ha de ser considerado como excepcional en toda la galaxia.

La hipótesis de “Tierra rara” se basa en los hechos los siguientes:

• Su situación en la zona habitable del sistema solar, cuyas temperaturas
moderadas permiten la existencia de agua líquida en su superficie.

• Un satélite, la Luna, excepcionalmente masivo, que le evita tener una
precesión importante sobre su eje, lo que produciría cambios climáticos
catastróficos.

• Una órbita casi circular, que contribuye también a proporcionar un clima
estable.

• Un campo magnético intenso que la pone a salvo de las radiaciones solares y
cósmicas que podrían impedir toda forma de vida.

• Una tectónica de placas muy activa que, al regularizar los intercambios térmico
y gaseoso entre núcleo y superficie, estabiliza las temperaturas, al tiempo que
favorece la evolución biológica.

• Un guardaespaldas poderoso, el planeta Júpiter, que la protege en gran parte
de impactos de cometas y asteroides (recuérdese la colisión del cometa
Schoemaker-Levy 9 en 1994).

La idea de “Tierra rara”, acogida por algunos como portadora de un nuevo finalismo
religioso, es la antítesis del principio copernicano. Pero, a su vez, está en concordancia
con la Paradoja de Fermi (Wikipedia, 2009c), quien señaló en 1950 un fuerte
desacuerdo entre la alta estimación de civilizaciones extraterrestres y la absoluta falta
de pruebas sobre ellas. Todavía en 1974 científicos como Carl Sagan habían estimado
en 106 las civilizaciones extraterrestres que existían en la Vía Láctea.

En la actualidad prosigue el debate entre los partidarios de “Tierra rara” y los que
defienden la “universalidad de la vida”. Estos últimos han recuperado el optimismo
inicial, decaído por falta de pruebas, con el reciente descubrimiento de exoplanetas,
alguno de los cuales (aún por descubrir) podría presentar condiciones de vida.


Zona habitable de una galaxia

Los exobiólogos han acuñado el término de zona habitable de una estrella para
designar aquella región de su entorno dentro de la cual las temperaturas permiten
agua en estado líquido (si no hay agua, no hay vida). Dependiendo del tipo de estrella
(enana, gigante, etc.) la zona estará más próxima o más alejada de esta. Pero la sola
ubicación en la zona no garantiza que el planeta albergue vida si no se cumplen
también otros requisitos (p.ej. atmósfera). En el sistema solar la Tierra es el único
planeta que se encuentra en dicha zona.

De igual modo, también se habla de zona habitable a nivel de galaxia. Esta última es
una región bastante limitada, de forma toroidal y muy alejada del centro. En el caso
de la Vía Láctea podría contener sólo un 5-10% de las estrellas.
Los principales factores que restringen la posibilidad de vida en una galaxia son:
• Las estrellas gigantes tienen una existencia corta, que difícilmente permite la
aparición y menos, la evolución de la vida. Imposible también en sistemas de
estrellas dobles, cuyos planetas no pueden seguir órbitas estables.
• Las explosiones de supernova producen radiaciones que podrían causar
extinciones masivas en un radio de hasta 30 años-luz (en nuestra galaxia
explota 1 cada 100 años). A esto se añaden las hipernovas, un millón de veces
más poderosas. Todo ello es más frecuente en el centro de la galaxia, donde la
concentración de estrellas es mayor. Por eso, la zona habitable se encuentra
muy alejada del mismo.

• El agujero negro central de la galaxia actúa también en el mismo sentido, pues
al atraer todo tipo de materia irradia intensamente un entorno muy amplio.
• El alejamiento del centro. Cuanto más alejada se encuentra una estrella,
menor la abundancia de elementos que siguen al helio (la actividad nuclear es
más incompleta). Por eso, las estrellas situadas más allá de la zona habitable
carecen de los elementos necesarios para la formación de planetas terrestres y
de vida en ellos (p.ej. Carbono).
Fuente: M Fernández-González

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