El 25 de septiembre de 1977, menos de dos meses después de avistamientos masivos sobre Ciudad de México y el posterior estrellamiento de uno o varios objetos en la sierra de Puebla, el periódico La Prensa informaba sobre la aparición de unos humanoides precisamente en esa zona.
Los testigos declararon que las criaturas no superaban el metro y medio de estatura y estaban completamente cubiertas de pelo.
El campesino Alfonso Hernández ofreció su testimonio al reportero Samuel Luna, a quien acompañó al lugar de los hechos.
En la zona descubrieron rocas desgajadas, árboles arrancados y la vegetación rasurada, como si (algo) hubiera impactado contra el terreno.
Todas las declaraciones que obtuvo Luna coincidían en que los humanoides corrían entre la maleza para ocultarse.
Antes de la aparición de los hombrecillos peludos, muchos observaron un OVNI en trayectoria descendente que acabó estrellándose en una cañada.
Poco después se produjeron dos explosiones y se distinguió una humareda de color azul.
Una vecina, Elodia Ramos, pensó que el humo era tóxico e iba a morir, pero no sucedió nada de eso.
No tardó en llegar un destacamento militar que peinó la zona.
También hicieron acto de presencia unos ingenieros que levantaron una antena de radiotelefonía y nunca más regresaron.
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