La escritura conocida como Ogham fue casi en su totalidad un alfabeto utilizado para representar gráficamente los lenguajes irlandés y picto que se dibujaban en la roca y que está datado entre los años 400 y 600 a.C.
En su origen, estaba formado por 20 caracteres que se extendieron después a 25.
El nombre de dicho sistema de escritura se cree que procede del nombre del dios irlandés Ogma un dios celta representante de la escritura y de la elocuencia, a quien se atribuye la invención del mismo.
Otra teoría asegura que dicho alfabeto estuvo vinculado también con el dios galo Ogmios.
Al parecer, este tenía una cadena de oro fino que unía la punta de su lengua a los oídos de un grupo considerable de seguidores de los que tiraba.
Es por ello que algunas hipótesis consideran este sistema de escritura, aunque no ha sido confirmado, como una forma secreta del alfabeto rúnico, aunque es posible que su origen sea mucho más antiguo.
No obstante, es posible que la escritura Ogham, lejos de leyendas, surgiera a partir de un simple sistema de recuentos utilizado para la contabilidad.
El hecho de que existan alrededor de 500 inscripciones en países como Escocia, Irlanda, Gales, Inglaterra o la Isla de Man datadas entre los siglos IV y VII, parece indicar que fue muy utilizada por los principales pueblos celtas.
Una hipótesis afirma que era usada por los druidas para enviarse mensajes secretos, sin hablar, usando solamente las manos, asociando cada símbolo a una parte de un dedo, un sistema complejo cuyo aprendizaje podía conllevar toda la vida.
La tabla de caracteres Ogham ha sido extraída principalmente del conocido como Libro de Ballymote.
Lo más interesante es que varios estudiosos sostienen una teoría que ha generado numerosas críticas y es que dentro de las variantes del orgham arbóreo, el denominado “orgham de varas", era el que solía utilizarse más comúnmente como sistema de adivinación.
Consistía en unas varillas de madera grabadas con los símbolos como muescas.
Cada vara era denominada “promesa” o “nudo" y el conjunto de estas era conocido como coelbreni, pues precisamente la palabra coel significaba “adivino”.
Se cree que el gran desconocimiento en torno a esta arcaica forma de adivinación se debe al profundo hermetismo de los antiguos druidas.
Fue un tiempo en el que los países del norte de Europa lucharon por definir su propia identidad nacional, teniendo en cuenta su franca desventaja cultural respecto a la tradición grecorromana del sur.
Fue entonces cuando ensalzaron la importancia de las runas, en contraposición con el alfabeto latino.
En el siglo XV, en el conocido como renacimiento escandinavo, las runas se convirtieron en la seña de identidad de los habitantes del norte.
Puesto que el alfabeto rúnico era mucho más simple y su tradición menos profunda que el meridional, sus defensores compensaron dicha carencia afirmando que este era mucho más antiguo, algo que no era más que una leyenda que sobreviviría hasta tiempos de la Alemania nazi.
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