Las piezas de unicel que comúnmente encontramos en el interior de los empaques de un producto nuevo están hechas con poliestireno, un material que al igual que otros tipos de plástico requiere de varios litros de petróleo para ser fabricado.
Éste y otros recursos empleados terminan en la basura después que una persona se deshace de la envoltura de su compra.
Los desechos perduran por años sin desintegrarse, provocando contaminación.
Ingenieros y científicos de la empresa estadounidense Ecovative Design han trabajado desde hace seis años en la elaboración de un material alternativo a los plásticos cuyos ingredientes clave son desperdicios agrícolas y hongos, específicamente el micelio.
Por su función ecológica innata que consiste en nutrirse de sustancias orgánicas estos seres del reino fungi son también los obreros principales del proceso de producción: todo comienza en el campo, donde los investigadores recolectan semillas, frutos o vegetales que no se venderán; luego, en un gran laboratorio, éstos son limpiados y colocados en los moldes donde se encuentran los cultivos de hongos.
Durante una semana los fungi se nutren y su micelio crece de manera que se adhiere a los residuos agrícolas a lo largo y forma del interior del recipiente; al final se aplica calor para inhibir el crecimiento de los hongos.
El resultado es un molde libre de gérmenes, con la figura de empaque deseada, e igual de resistente que los plásticos, pues por cada 16 centímetros cúbicos puede haber un kilómetro de fibras de micelio.
Otros científicos se han interesado en elaborar más productos (vasos, platos, envases, defensas de automóviles, tablas de surf, entre otros objetos) basados en este biomaterial, con el fin de reemplazar materia sintética o, al menos, reducir su fabricación.
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