En el Apocalipsis de Juan se dice que Jesucristo establecerá un reino de los santos en la Tierra que durará mil años, después de los cuales habrá de ocurrir el Juicio Final.
Ese concepto dio origen a uno de los movimientos culturales más significativos en relación con el fin del mundo: el milenarismo.
El aspecto más importante de su impacto en la sociedad es la mención tan específica del tiempo en relación con el cumplimiento de una promesa divina (el fin de los tiempos) y
la llegada de un nuevo mundo que traerá consigo una transformación radical y positiva para los creyentes.
Éstos se sienten en el centro de un drama universal en el que todo tiene un significado cósmico.
Al mismo tiempo, convencidos de que el mundo actual está por terminar, se liberan de todas sus inhibiciones, lo que puede conducir a brotes anárquicos que se declaran en rebeldía en contra de las autoridades terrenales.
Las primeras expresiones del milenarismo aparecieron entre los cristianos primitivos, algunos de los cuales llevaban a cabo ritos de iniciación en grupo como preparación para el fin de los tiempos y la segunda llegada de Jesús. Estaban convencidos de que, de un momento a otro, éste vendría de nuevo a la Tierra.
Cuando diversos cálculos de la fecha basados en la Biblia se revelaron fallidos las autoridades eclesiásticas les aseguraron que el reino de Jesús era celestial, no terrenal.
La idea prevaleció durante la Edad Media cuando se multiplicaron las sectas basadas en esa convicción.
Algunos teólogos, como San Agustín, percibieron los peligros sociales del milenarismo apocalíptico y buscaron erradicar esa idea.
Éste recurrió a la imagen de una ciudad celestial donde habrían de verificarse las profecías.
El problema se volvió todavía más complicado con el uso de nuevos calendarios que permitían hacer nuevos cálculos.
El milenarismo tuvo un renovado auge alrededor del año 1000 y el teólogo Joaquín de Fiore estableció nuevas fechas que causaron movimientos heterodoxos significativos en Europa.
El pensamiento milenarista inspirado en San Juan siguió vigente en el Renacimiento y la Reforma. En los siglos XVI y XVII se reavivaron los movimientos populares en torno a la idea y se multiplicaron aun después de la Ilustración.
En Estados Unidos la creencia dio origen a sectas como los Menonitas, los Adventistas del Séptimo Día y los Testigos de Jehová.
La creencia cobró fuerza en la segunda mitad del siglo XX dentro de los círculos protestantes de Estados Unidos y en el paso de un milenio a otro halló una nueva expresión en torno al problema informático conocido como Y2K, un defecto de software que hizo a las computadoras identificar el doble cero del 2000 como el año 1900.
No hay comentarios.
Publicar un comentario