El Apocalipsis de San Juan o la revelación de Juan, es la obra más conocida del género apocalíptico.
Según refiere la tradición católica, fue escrita por Juan (quien podría identificarse con
el apóstol de Jesús, pero no hay certeza) tras recibir la revelación divina cuando se hallaba exiliado en Patmos, una isla en la costa de Asia Menor que hoy forma parte de Turquía.
El texto se dirige a las Siete Iglesias de Asia, una región dominada por Roma en aquel entonces, en la que había una fuerte presencia cristiana aunque con diferencias importantes con respecto a los rituales y la teología.
Las impactantes visiones en que Roma bebe la sangre de los santos y se proyecta al colapso inevitable hacen pensar que el autor lo escribió para confortar a los cristianos durante las guerras civiles de 69-70, poco después de la masacre de los cristianos efectuada por Nerón en Roma.
El asunto central del Apocalipsis de Juan es la contienda entre Dios y el demonio y la victoria
del primero.
Sus visiones podrían ser producto de un especial estado de conciencia producido por una meditación prolongada en silencio y quizá en aislamiento.
Aunque el autor nunca cita a las Escrituras anteriores, constantemente se refiere a casi todos los libros de la Biblia, en especial al Génesis, Éxodo, Salmos y Profetas.
El texto abunda en imágenes impactantes que han sobrecogido a cientos de generaciones.
Las más llamativas figuran en el capítulo 4, en el que aparecen un trono relampagueante, lámparas de fuego que arden sobre el hielo, extrañas criaturas aladas entre las que se mezclan miembros de diversos animales, y un grupo de ancianos coronados de oro. Algunos de estos elementos, así como los lugares y números que se presentan en el texto (especialmente el 666), tienen un valor simbólico.
Dentro de la temática general de la obra se enfatizan tres aspectos: la importancia de la fe que puede adquirirse a través del sufrimiento, la victoria final de Dios en la lucha contra el mal y el regreso de Jesucristo.
El trabajo se estructura en 22 capítulos y el autor le dio forma de carta para indicar que debía leerse en voz alta.
Sus ricas imágenes tienen un efecto dramático y estético, por lo que conviene acercarse a él como a una obra de arte que no transmite un razonamiento lógico, sino un mensaje emotivo de redención mediante la virtud, el esfuerzo y la resistencia que se comunicó a los primeros cristianos perseguidos y humillados por los romanos.
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