Una leyenda sobrenatural asegura que quienes participaron en el hallazgo y la exploración de la tumba del faraón egipcio Tutankamón, fallecieron a consecuencia de una maldición que los persiguió por haber turbado el reposo del monarca.
El primero de ellos fue, supuestamente, lord Carnarvon, el patrocinador de la expedición, quien contrajo erisipela a consecuencia de la mordedura de un mosquito, que le
provocó septicemia y neumonía.
En diciembre de 2002 el prestigiado British Medical Journal presentó "The Mummy’s Curse: Historical Cohort Study", un estudio científico sobre el tema, preparado por el investigador
Mark R. Nelson, del departamento de Epidemiología y Medicina Preventiva de la Universidad Monash, de Australia, un ejemplo clásico sobre la manera en que la ciencia derrumba las suposiciones paranormales.
El método que el experto siguió es un estudio de cohorte retrospectivo, que compara la frecuencia de un determinado desenlace entre dos grupos o poblaciones, uno expuesto a un determinado factor de riesgo y otro no expuesto a tal factor.
De las 44 personas europeas que participaron en los trabajos arqueológicos y que, por su origen extranjero, estaban sujetas a la maldición de la momia, 25 estuvieron expuestas de modo potencial a la supuesta amenaza.
Nelson realizó un estudio estadístico sobre ese grupo comparando su edad promedio con quienes no estuvieron expuestos directamente a los restos.
Halló que, en promedio, las personas expuestas a la maldición tenían 70 años al morir, sólo cinco años menos que las personas no expuestas. Por otra parte, descubrió que quienes estuvieron expuestos sobrevivieron 20.8 años más, y quienes no lo estuvieron sobrevivieron 28.9.
La gran mayoría de los participantes alcanzaron un promedio de vida semejante al del resto de la población. Howard Cárter, el personaje más destacado del descubrimiento, falleció 17 años después.
La conclusión del investigador fue que “no hubo alguna asociación entre la exposición potencial a la maldición de la momia y la muerte en los diez años que siguieron. Por lo tanto, no se hallaron evidencias suficientes para sostener el caso de la maldición de la momia.
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