Un estudio sobre comida chatarra reveló que su consumo excesivo está directamente relacionado con el incremento de niños que padecen ansiedad, irritabilidad, manía, hiperactividad y falta de concentración, por lo que se debe de regular, de manera inmediata, la publicidad engañosa transmitida en televisión y radio.
El documento Impactos de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Una visión multidisciplinaria, que será entregado por organizaciones civiles, como El Poder del Consumidor, plantea que los alimentos industrialmente procesados, con altos contenidos de azúcar, grasas y aditivos, influyen directamente sobre el comportamiento y la conducta de los menores.
Lucila Lozoya y María Alejandra de la Garza, psicoanalistas de profesión especializadas en la infancia, señalaron que “el daño neurológico y psicológico a consecuencia de un consumo excesivo de químicos se ha vuelto evidente; cada vez más se manifiestan en los niños síntomas de ansiedad, irritabilidad, manía, hiperactividad, falta de concentración… Lo cual habla francamente de una descomposición a nivel de mediadores bioquímicos”.
Por su parte, Guiomar Melgar, maestra en ciencias en alimentos, afirmó que “cada vez hay mayor evidencia de la relación de un alto consumo de azúcar con el Trastorno de Déficit de Atención y la Hiperactividad Infantil, y que se agudiza si se asocia el consumo de azúcar con algunos aditivos muy usados en los alimentos destinados al público infantil.”
Para Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor, existe abundante evidencia científica para que la secretaría de Salud tome decisiones más allá de la autorregulación de la publicidad dirigida a menores, y se reconozca que dichos productos, elaborados con azúcar, son altamente adictivos y producen alteraciones en el comportamiento de los menores, como son la hiperactividad y el déficit de atención.
Para los investigadores la comida chatarra tiene como misión inducir a los niños a consumir “productos que no cuentan con los nutrientes para un desarrollo físico sano”.
Calvillo precisó que por ello “México sufre un deterioro de sus hábitos alimentarios que lo ha llevado a ocupar el segundo lugar en sobrepeso y obesidad a escala internacional.
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