En el supuesto de que la raza humana desapareciera simultáneamente del planeta, sabemos que algunas cosas sí sucederían: primero, poco más de 50 mil plantas de energía (nuclear, eléctrica, eólica e hidroeléctrica) dejarían de funcionar y, sin cercas eléctricas, casi un billón de cerdos, 1.5 billones de vacas y 20 billones de gallinas, que el humano tiene en granjas, morirían por inanición o tratarían liberarse para buscar alimento (y morir en el intento, pues su dependencia en el hombre es alta).
Algo similar pasaría con gran parte de las mascotas, que no están acostumbradas a cazar con fines alimentarios ni sus sistemas digestivos toleran comida
cruda de manera cotidiana, así que es más probable que acaben siendo alimento, incluso, de animales callejeros.
Curiosamente, el número de ratas y cucarachas disminuiría en lugar de aumentar, pues no tendrían basura humana para alimentarse, y los piojos se extinguirían por completo.
La mayoría de las plantas se quemarían porque los incendios no se controlan y, en un siglo, las estructuras de madera estarían desechas; después, estructuras metálicas, como autos y edificios, se deteriorarían por el óxido hasta derrumbarse.
Las construcciones en desiertos (como las pirámides de Egipto) serían de las últimas en desaparecer, porque ahí la humedad es casi nula.
Las especies animales hoy amenazadas recuperarían sus niveles de población normales, pero la radiación electromagnética de celulares, microondas, medios de comunicación y similares, así como los plásticos, permanecerían durante miles de años.
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