Más duro que el diamante, 500 veces más fuerte que el acero, más delgado que
cualquier sólido y más ligero que una pluma de ave, el grafeno es una lámina
de átomos derivada del carbono.
Se trata de un cristal bidimensional de un átomo de grosor, muy transparente, capaz de estirarse hasta 10 veces su forma y de conducir electricidad un millón de veces mejor que el cobre u otro metal conocido.
Aunque este material fue descubierto en el siglo XIX, las primeras muestras prácticas del grafeno se obtuvieron en 2004 al ‘rebanar’ una pieza de grafito con ayuda de una cinta adhesiva común.
El descubrimiento fue hecho por los científicos rusos Konstantin S. Novoselov y Andre K. Geim, quienes ganaron el Premio Nobel de Física en 2010 por este sencillo pero revolucionario logro.
El potencial del grafeno es tan amplio que el mismo Geim no ha podido enumerar todas sus posibles aplicaciones.
En primera instancia se pretende reestructurar la tecnología moderna, pues los dispositivos ya no serían rígidos sino plegables.
Por ejemplo, se podrán crear televisiones o teléfonos inteligentes con pantallas táctiles flexibles ultradelgadas y baterías más duraderas.
Ahora mismo varios laboratorios y grupos multidisciplinarios de científicos trabajan en nuevos métodos de obtención de grafeno con el fin de producirlo a gran escala, de este modo sus propiedades conductoras, mecánicas, térmicas, químicas y ópticas podrán utilizarse al máximo.
Este material estará presente en las industrias aeronáutica, electrónica, energética, médica, de entretenimiento e incluso en la misma cocina.
Otros artefactos previstos son circuitos diminutos y ultradelgados, papel electrónico, condensadores para automóviles, paneles solares más eficaces, biosensores, implantes neuronales, etcétera.
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