Un elemento central de la Pasión y uno de los ejes de la religión católica es la cruz donde murió Jesucristo, cuyo carácter icónico se extiende a toda la cultura occidental.
Hallar sus restos ha sido un anhelo desde los primeros tiempos de la cristiandad.
Algunos historiadores del siglo IV, como Sócrates de Constantinopla, señalan que la emperatriz Elena, madre de Constantino, el primer emperador cristiano de Roma, viajó a los escenarios de la Pasión en los años 326-328 con el fin de fundar iglesias y albergues para los pobres.
Durante ese viaje, indican otras versiones, halló el lugar donde se escondían tres cruces en las que habían sido ejecutados Cristo y los dos ladrones mencionados en los Evangelios del canon, identificados como Dimas y Gestas en los apócrifos.
Un milagro (la resurrección de un joven al entrar en contacto con el madero) le permitió identificar cuál de las tres era la Verdadera Cruz.
Elena encontró también el Titulus crucis, la tablilla que Pilatos mandó poner en la parte superior de la Cruz con la leyenda INRI; envió una parte del madero a su hijo y dejó el resto en Jerusalén.
La secuencia de estos hechos está representada en un fresca realizado por el pintor Piero de lla Francesca (1415-1492) en la Iglesia de San Francisco de Arezzo.
En los siglos siguientes la leyenda de la Verdadera Cruz se enriqueció con referencias a sus orígenes precristianos. Varias de estas versiones se encuentran en la célebre Leyenda áurea, la colección de hagiografías (o biografías de santos) compilada a mediados del siglo XIII por Jacobo de la Vorágine.
En una se dice que la madera era del árbol del Conocimiento del que Eva cortó el fruto prohibido.
En otra se afirma que estaba hecha con las ramas de tres árboles que nacieron de tres semillas del árbol de la Misericordia, mismo que Seth, el tercer hijo de Adán, plantó en la boca del cadáver de éste.
El fantasioso autor de la leyenda asegura que con las ramas de esa planta se construyó un puente de madera por el que pasó la Reina de Saba durante su viaje para visitar al rey Salomón, y su relato culmina con el hallazgo de la emperatriz Elena.
La historia de Elena tuvo una amplia aceptación durante la Edad Media y se convirtió en un elemento de enorme peso simbólico para fortalecer el catolicismo romano.
Surgieron, sin embargo, algunas tradiciones complementarias, como la de la Iglesia ortodoxa, la cual sostiene que la Verdadera Cruz estaba hecha de tres maderas diferentes: cedro, pino y
ciprés.
Los tres árboles crecieron juntos en un solo punto y Lot, el sobrino del patriarca Abraham, los regó para mantenerlos vivos.
Los árboles se utilizaron para construir el Templo de Jerusalén, y cuando el rey Herodes dispuso su reconstrucción un hecho comprobado por la historia, la madera fue descartada; poco después se empleó para elaborar la Cruz.
El fragmento de la Cruz que Elena dejó en Jerusalén permaneció en la Basílica del Santo Sepulcro al cuidado del obispo de la ciudad, quien la exhibía periódicamente a los fieles.
Alrededor del año 381 Egeria (o Aetheria), una mujer que viajó a Tierra Santa y luego redactó una crónica de su recorrido, refirió haberla visto protegida en un estuche metálico, custodiada porque ya en esa época le habían ido robando pequeñas porciones.
En la época de las Cruzadas la Verdadera Cruz se convirtió en botín de las fuerzas beligerantes.
En 1187 fue capturada por el sultán Saladino, y diversos gobernantes cristianos buscaron pagar un rescate a cambio de su devolución, de allí se pierde el registro histórico del objeto sagrado, y las leyendas multiplican tanto como los supuestos fragmentos, que se disipe antes o después de ese acontecimiento.
No hay comentarios.
Publicar un comentario