Elizabeth Bathory fue lo más parecido a una criatura sanguinaria de la noche.
Nacida en 1560, en una de las familias más ricas y antiguas de Transilvania, la condesa era muy vanidosa y estaba obsesionada con la pérdida de la belleza.
Se cuenta que un día una sirvienta que sin querer había tirado del pelo a la condesa mientras la peinaba, fue golpeada por esta tan fuertemente que sangró.
La sangre de la joven resbaló por la mano de la condesa, quien se dio cuenta de que su piel había adquirido la frescura de la joven gracias a su sangre.
Convencida de haber descubierto el secreto de la eterna juventud, ordenó a su mayordomo que la desnudase y la desangrase.
La sangre de la joven se vertió en una bañera en la que la condesa se sumergió.
Dos hechiceras fueron cómplices del atroz acto.
Durante los diez años siguientes, los sirvientes de la condesa le facilitaron jóvenes para el baño ritual, pero un día una de las víctimas consiguió escaparse e informó a las autoridades de lo que sucedía en el castillo.
Arrestada Elizabeth no fue nunca condenada por ningún crimen, pero fue castigada a vivir recluida en su habitación, con las puertas y ventanas tapiadas, hasta el final de sus días
En 1614, tras cuatro años de reclusión, uno de los guardias la encontró tumbada en el suelo, inmóvil; Elizabeth Bathory estaba muerta.
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