¿Para qué invertir en el desarrollo de prótesis robóticas conectadas en nuestros cerebros o en controvertidos tratamientos regenerativos a base de células madre, cuando nuestro cuerpo podría reconstruir una extremidad amputada o un órgano dañado?
Eso es lo que se pregunta el investigador James Godwin, del Instituto de Medicina Regenerativa de la Monash University, en Australia.
Godwin estudió una de las propiedades más impresionantes del ajolote (Ambystoma mexicanum), una salamandra acuática que es capaz de regenerar una extremidad amputada y descubrió que si se eliminaban los macrófagos (células del sistema inmune) de la zona de la herida, esta producía una cicatriz y un muñón como los de los mamíferos.
Si volvía a cortar ese muñón y reincorporaba los macrófagos, la extremidad se reconstruía.
Lo que el equipo de Godwin pretende es aislar las moléculas que producen los macrófagos del ajolote para usarlas con fines terapéuticos en mamíferos.
Y no solo para amputaciones, también para lesiones cardiacas, hepáticas o de la médula que podrían curarse al no producirse tejido cicatricial.
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