La galaxia es ridículamente grande.
El universo, entonces, ni hablar.
La vida inteligente debe estar en todas partes. Quiero decir, las cifras son abrumadoras.
Hay cerca de 200 mil millones de estrellas en la Vía Láctea.
Y la Vía Láctea es sólo una de cientos de miles de millones de galaxias en todo el universo observable.
Al parecer, los elementos esenciales para la vida están disponibles en abundancia en todo el cosmos.
¿Cómo no creer que hay formas de vida extraterrestre?
Al escuchar a sus colegas entusiastas durante el almuerzo, el físico ítalo-americano Enrico Fermi perdió la paciencia : "Está bien, está bien. Pero si es así, entonces ¿dónde están?"
Con esta simple pregunta, se condensa un gran problema para SETI (abreviatura en Inglés de búsqueda de inteligencia extraterrestre).
La pregunta de Fermi se hizo en 1943 y hasta la fecha los científicos no han encontrado respuesta convincente, que siempre es una vergüenza para los investigadores que tratan de fomentar la financiación de radiotelescopios para buscar señales de radio emitidas por civilizaciones alienígenas.
La paradoja de Fermi, como acaba de darse a conocer, evoca alunas hipótesis, algunas no muy alentadoras al respecto de la vida inteligente en el universo :
La hipótesis de la rareza.
Como le gustaba recordar el fallecido astrónomo estadounidense Carl Sagan, mientras abogaba a continuar "escuchando" señales extraterrestres, "la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia"
Pero bien puede ser evidencia de rareza. Hoy en día, muchas de las estrellas cercanas a la Tierra han sido analizadas con los poderosos radiotelescopios que tenemos aquí y no se detectó ninguna señal artificial.
Es muy probable que haya, al menos alguien con capacidad de transmitirnos señales. Las civilizaciones que se encuentren por ahí deben ser muy raras, finalmente muy lejanas unas de otras, de modo que la comunicación por radio se convertiría prácticamente imposible.
La hipótesis de la autodestrucción
Durante los años 40, el físico estadounidense Philip Morrison trabajó en el Proyecto Manhattan que creó las primeras bombas atómicas.
En 1959, en colaboración con Giuseppe Cocconi, él fue el primero en sugerir que la mejor manera de "llamar" a los extraterrestres sería con señales de radio a una frecuencia específica.
La ironía es que Cocconi tuvo esta idea sólo después de la creación de la bomba.
Hasta ahora, más de medio siglo después de la detonación de la primera arma nuclear, todavía estamos esperando.
La pregunta es, ¿hasta cuándo?
La ausencia de señales alienígenas evoca en algunos la idea de que no hay nadie por ahí ya que, en el dado momento de que una civilización tenga los medios para buscar otras civilizaciones en el Cosmos, también habrá formas de auto-destrucción.
Y, supuestamente, tarde o temprano, caerá en la tentación de utilizar el arsenal.
La hipótesis de las señales de radio.
Desde el comienzo de la era de la comunicación vía satélite, hemos utilizado nuestros transmisores para enviar señales al espacio.
Se hizo evidente en el siglo 20, esta es también la mejor manera de tratar de comunicarse con otras civilizaciones y también la mejor para que detecten nuestra presencia.
Pero eso puede ser sólo un sesgo creado por la época en la que vivimos.
Se puede concluir debido a los nulos resultados de contacto, que debe haber mejores maneras de comunicarse con el espacio
Algunos dicen que las señales de láser u otros medios pueden ser mejores que las señales que usamos en este momento, para una charla interestelar.
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