El estudio de microfósiles acuáticos puede aportar información sobre las condiciones de vida de hace miles o millones de años, por lo que su análisis permite conocer las características que los océanos o los lagos tenían en el pasado.
Julio Rodríguez Lázaro, investigador de la Universidad del País Vasco (UPV), explicó en un comunicado de dicha institución que el análisis de estas piezas sirve como un referente para el estudio del cambio climático.
Los microfósiles se encuentran en las rocas y son muy abundantes, por lo que son recolectados e identificados para el análisis geoquímico de sus conchas, lo que permite detectar características del agua en la que vivieron dichos organismos.
Los especialistas trabajan, principalmente, con foraminíferos y ostrácodos, organismos que habitan el planeta desde hace muchos millones de años, de manera que las variaciones observadas en sus poblaciones ayudan a describir situaciones ambientales del pasado, informó el especialista en Micropaleontología del departamento de Estratigrafía y Paleontología de la UPV.
Claves del pasado
Pero para entender qué les pasó a esos organismos en el pasado, es necesario saber cómo viven en la actualidad. Para ello, se recogen muestras actuales y se analiza dónde y en qué condiciones habitan. Se trabaja en zonas muy distintas, para conocer cómo viven dichos organismos en situaciones diversas.
El equipo de Rodríguez Lázaro trabaja en lugares como la costa cantábrica, la costa de Marruecos, la costa atlántica de Estados Unidos y varios lugares de Sudamérica en lo que a los océanos se refiere, así como en la cuenca del Ebro, en el caso de aguas continentales.
Los datos obtenidos en los estudios se comparan con las muestras de las distintas capas de los fondos oceánicos o de los lagos y se van observando los cambios de distribución de los microfósiles.
Así, por ejemplo, se puede ver que una especie que actualmente vive en aguas frías nórdicas, aparece en grandes cantidades en el sur del Golfo de Bizkaia durante un periodo determinado de tiempo. Eso indica que, en dicho periodo, las aguas del Cantábrico eran más frías que las actuales. Dataciones de esas muestras confirman que ese periodo coincide con el Último Máximo Glacial, que ha sido detectado por los paleontólogos en las aguas de la plataforma vasca y datado con carbono (14C) en unos 23 mil años.
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