Juan Enriquez, CEO de Biotechonomy, aprovechó el marco de TED 2009 para hablar sobre la nueva especie humana que está emergiendo ante nuestros ojos. Gracias a nuestros avances en biotecnología y robótica, podríamos estar asistiendo a los primeros días de una nueva especie, a la que Juan llama Homo Evolutis ¿La humanidad podría resultar irreconocible en el lapso de unos pocos siglos?
A pesar que la evolución humana basada en la selección natural parece haber llegado a su fin cuando el hombre creó la civilización, el Homo Sapiens podría dejar su lugar a una nueva especie, que surgiría gracias a las tecnologías desarrolladas por éste.
Cuando éramos una raza joven, la selección natural hacia que los individuos mas aptos tuviesen mayores posibilidades de tener descendencia, transmitiendo sus genes a una mayor cantidad de hijos. Aquellos que por algún motivo resultaban “poco apropiados” para desenvolverse por si mismos, eran “castigados” por la naturaleza con una descendencia pobre o nula, lo que hacia que esa carga genética se perdiese. Sin embargo, en una sociedad civilizada la evolución dista mucho de ser “natural”. Ya no importa demasiado si no eres capaz de correr tan rápido como para cazar tu presa, o si tu visión nocturna es lo suficientemente aguda como para darle el equinazo a ese león que te quiere como cena.
La civilización ha permitido que individuos que no hubiesen podido sobrevivir más que unos días en condiciones naturales lleguen a convertirse en adultos, tengan descendencia, y afortunadamente, vivan una vida tan plena como el resto. Sin embargo, los avances de la robótica y la biotecnología podrían hacer que la evolución humana, lejos de detenerse, tome un nuevo impulso. En lugar de cambiar muy lentamente como ocurre con la evolución natural, la humanidad podría resultar prácticamente irreconocible en el lapso de unos pocos siglos.
Tomemos por ejemplo el caso de los amputados que están recibiendo ayuda de las más modernas prótesis robóticas. En muchos casos, pueden caminar o utilizar sus manos artificiales tan bien como un miembro “normal”. De hecho, hay amputados que han estado a punto de participar en los juegos olímpicos, algo que muy pocos mortales consiguen. Y esto ocurre en un momento en el que el desarrollo de este tipo de tecnologías prácticamente está en pañales. ¿Qué podría hacer un miembro artificial dentro de, por ejemplo, doscientos años? Si los exoesqueletos, que hoy son una especie de “rareza” y solo disponibles en forma de prototipos o modelos que realmente aportan poco a quien los usa, se siguen desarrollando (y ten por seguro que lo harán), cualquiera podrá ser un verdadero Sansón. De hecho, puede que en un siglo o dos se considere “discapacitado” a quien no use uno. Serán tan comunes que los utilizaremos desde niños, y tal como ocurre con muchos insectos, los cambiaremos periódicamente por modelos más grandes.
Pero todas estas “muletas tecnológicas” no son nada a la par de lo que puede hacer la biotecnología. De hecho, y a pesar de que una herramienta robótica sofisticada puede hacer muchísimo por nosotros, siempre necesitaremos de un “mecánico” a mano para ponerlas a punto o una fuente de energía para que funcionen. Por mas durables y eficientes que las construyamos, siempre serán un “agregado extraño” en nuestros cuerpos. El hecho de que todos las usemos, tal como ocurre hoy con un reloj de muñeca, no significa que en algún momento comencemos a nacer con estos cacharros incorporados. Sin embargo, si trasteamos un poco con nuestros cuerpos, mediante técnicas de ingeniería genética, podremos transmitir todos los cambios a nuestros descendientes, modificando efectiva y definitivamente al Homo Sapiens.
Hemos sido capaces de crear clones de muchísimos seres vivos. Incluso se han creado seres que son la cruza de dos organismos absolutamente incompatibles entre si, a veces “mezclando” animales con vegentales, como en el caso de las plantas de tabaco que brillas de noche como una luciérnaga. También podemos tratar mediante ingeniería genética enfermedades que hace solo diez años eran una sentencia de muerte para quien las padecía. De hecho, ya existen niños que nacen con una muy baja predisposición a contraer diferentes tipos de cáncer, gracias a la manipulación de sus genes. ¡Y recién estamos empezando!
Hace muy poco tiempo que hemos dado los primeros pasos “serios” en esta senda. Pasos que nos permitirán algún día modificar nuestros genes a voluntad. El proyecto Genoma Humano es uno de ellos. Saber que función cumple cada uno de los millones de ladrillos que componen nuestra estructura más intima nos da el poder de hacer cambios en ella, cambios en la dirección que queramos y sin tener que esperar milenios a que la selección natural lo haga por nosotros. ¿Necesitamos brazos más largos? ¿Una piel más resistente? ¿Inmunidad a alguna enfermedad? No hay problema. La ingeniería genética puede, o podrá, hacerlo.
Por supuesto, no ocurrirá mañana. Las técnicas necesarias para efectuar cambios radicales en nuestros cuerpos necesitarán de unas cuantas décadas de experimentos para poder ser llevados a cabo con seguridad. Y también deberemos aprender a dominar el miedo (a veces bien fundamentado) que nos producen estas cosas. Muchos sectores conservadores, como la Iglesia, seguramente se opondrán al cambio. De hecho, es algo que vienen haciendo desde hace miles de años con cada tecnología nueva, tiene su lógica: es muy humano temer a lo desconocido. Pero tarde o temprano llegará un momento en que las técnicas de ingeniería genética, por avanzadas que sean, se conocerán al dedillo, como pasa hoy con las maquinas de vapor o la electricidad. Nadie temerá lo que pueda ocurrir si decir que sus hijos puedan nacer con un sexo determinado o con ocho dedos en cada mano.
El Homo Evolutis de Juan Enriquez es eso. Una nueva clase de hombre que surge de las cenizas de la humanidad actual, pero sin intervención de la naturaleza. Seremos algo diferente (no sabemos que) pero por nuestra propia decisión, y gracias a nuestras propias herramientas. Es muy difícil prever una dirección concreta para el cambio. De hecho hasta es posible que, como ha ocurrido antes, del tronco “Homo Sapiens” se desprendan mas de una rama, cada una con sus características y quizás hasta incompatibles entre si. Por ejemplo, aquellos que decidan que quieren pasar sus vidas en el espacio viajando hacia las estrellas modificarán sus organismos para soportar la falta de gravedad y quizás quieran tener dos brazos adicionales donde tienen hoy las piernas (¿quién necesita caminar en cero-g?). Las colonias que alguna vez se establezcan en los fondos marinos probablemente quieran cambiar sus pulmones por branquias, para no depender de los vetustos equipos de buceo. Es muy difícil que ambos grupos, si alguna vez de encuentran de nuevo, puedan tener descendencia cruzada.
Es muy pronto para saber a donde nos puede llevar el Homo Evolutis, o como será. Pero hay algo que es indudable: si no nos machacamos en alguna guerra estúpida, antes o temprano reemplazará al Homo Sapiens. Y está bien que lo haga. Al fin y al cabo, nada dura para siempre.
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