Las raíces son gruesas y habitualmente se ofuscan. El tallo es de color verde oscuro; hojas anchas y con una superficie rugosa, y tienen el mismo color del tallo. Las flores salen del centro, y son de color blanco violáceo. La planta alcanza una altura de unos 30 cm, y suele encontrarse en zonas sombrías y húmedas, donde no da mucho el sol. El fruto sale en otoño, tiene color amarillo o naranja, y aspecto similar a una manzana. Su ingesta puede producir alucinaciones.
Esta planta crece en bosques sombríos, a la vereda de ríos y arroyos donde la luz del sol no penetra. Su raíz es gruesa, larga, generalmente dividida en dos o tres ramificaciones de color blancuzco que se extienden por el suelo; sus hojas son de un tono verde oscuro; sus flores son blancas, ligeramente teñidas de púrpura; el fruto es parecido a una manzana pequeña y exhala un olor fétido.
FUENTE: WIKIPEDIA
LEYENDAS
En los textos de magia se habla de ella con verdadero culto. Posiblemente se utilizaba ó utiliza en los rituales de magia, por la forma que tiene su raíz.
La Mandrágora (Mandragora officinarum) se encuentra entre las “plantas mágicas” más conocidas y utilizadas en Occidente. Pertenece a la familia de las Solanáceas, y su raíz, de forma vagamente similar a la humana, le dio la fama de “planta mágica” desde Grecia antigua.
Los testimonios sobre la mandrágora y su uso medicamentoso son comunes a lo largo de la historia de las hierbas, en la mayor parte de los casos concuerdan con la capacidad de la planta para generar un sueño profundo y reparador, así sea que simplemente se coloque la raíz de la planta en el cuarto donde duerme el paciente, o que sea mezclada con la comida o cocida en vino. Otra característica es la de fungir como afrodisíaco en el sentido de estimulante sexual posterior a su ingesta, así como amuleto para la buena suerte en los asuntos de amor; en este caso la raíz debe ser cortada de una manera específica.
En el Antiguo Testamento se alude a sus poderes extraordinarios: Raquel, que era estéril, fue madre después de tomar una infusión de mandrágora, y la misma receta fue difundida en la Italia medieval y renacentista. Según la tradición rabínica, la mandrágora crecía al pie del árbol del Edén y, en opinión de Lorenzo Catelán (1568-1674), “la raíz de mandrágora no es otra cosa que esperma viril”.
Según algunas tradiciones la mandrágora nace en los cementerios, a los pies de los patíbulos y principalmente de la orina o esperma que un ahorcado emite en el momento de la agonía, por lo que habría que buscarla en los lugares donde han ocurrido estos suplicios. También se pensaba que por su particular parecido a la forma humana, la planta estaba a merced del demonio, por lo que era necesario rezar antes de consumirla.
La tradición mágica occidental abunda en citas acerca del poder y el uso de la mandrágora. Plinio, es el primero en tratar oficialmente su carácter antropomorfo y a categorizarla en femenina (negra) y masculina (blanca). Desde Galeno hasta Lucio Apuleio, durante todo el período Romano se encuentran referencias en relación a las cualidades de la planta. En el siglo XII Michele Scotto aconseja una mezcla de opio, mandrágora y beleño en partes iguales para utilizar como anestésico durante las amputaciones o las incisiones. Hay toda una discusión acerca de su carácter narcótico. En Europa Occidental, durante la época de la inquisición se prohibió cualquier práctica de tipo mágico y la “planta-hombre” se convirtió en patrimonio de las brujas y de la magia negra, conservando sus características mágicas a un nivel popular.
Los jueces que juzgaron a Juana de Arco la acusaron de llevar oculta en la ropa una raíz de mandrágora, de la cual obtenía su maravilloso poder de adivinación y su don de mando. Las voces que oía la Doncella eran proferidas, según ellos, por la mandrágora. El jesuita Martín del Río eminente demonólogo, había descrito en 1429 los maravillosos poderes de esta raíz y dijo que, en cierta ocasión, halló entre las pertenencias de un hombre sospechoso de practicar la brujería un libro de fórmulas mágicas y una mandrágora que lanzó al fuego ante la mirada aterrorizada de los presentes, seguros de que no tardaría en producirse una tragedia.
Durante la Edad Media se la consideró el mejor de los medicamentos. Se aplicaba en forma de cataplasma o se tomaba en caldo, o se hacía que el enfermo la sostuviera con la mano derecha. Curaba la languidez, la jaqueca y los dolores de cuello. Hildegard de Bigen detalló sus virtudes en el siglo XII : tomada con vino, la mandrágora ahuyenta la melancolía del alma y reanima a quien sufre náuseas. Y Pierus Valerian, nacido en 1477, decía que esta raíz humana da un humo al arder cuya fuerza está entre el veneno y el sueño.
Se decía que sus virtudes maravillosas procedían del hecho de ser el producto vivo de donde salió Adán, el primer elemento vital de la humanidad, de los animales y las plantas. Viejas leyendas afirman que son precisas ciertas precauciones para recoger la mandrágora en la tierra: escoger el día propicio, que podía ser el viernes, o día de Venus, o en el sabbat, es decir, el sábado. Unos aconsejaban la oscuridad de la noche y otros el alba. Otros más, los primeros días de septiembre.
Planta sagrada a Hécate, diosa de las encrucijadas, de la noche y de la luna, la mandrágora cura la epilepsia y ahuyenta a los demonios. La mandrágora es una planta ambivalente, siempre tuvo una doble identidad: en el hombre esta raíz cura el cuerpo y el alma pero al mismo tiempo puede llevarlo a la perdición. Ella otorga un sueño reparador pero también provoca la locura. Puede matar sin piedad pero es un remedio contra el veneno de las serpientes. Es un anestésico que permite realizar intervenciones quirúrgicas pero puede provocar alucinaciones terribles. Es símbolo de la incertidumbre y de la ambigüedad.
"La pócima o brebaje mágico de la historia de Romeo y Julieta estaba compuesta por Solanum somniferum, la belladona, el beleño y el opio." Despertando de su sueño no se siente la cabeza pesada ni se recuerda lo sucedido.
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